viernes, 24 de junio de 2011

Entre semáforos

–¿Luisito? ¡El gordo Luisiiito, qué hacés por acá! ¿Estás en la diecisiete ahora? ¿Qué pasó con la nueve, te rajaron? No te podés quejar, ahora andás re bacán jaja. Che, tengo que contarte algo. En el otro semáforo. Disculpe, señora, ¿uno veinticinco? Nene, se te venció el carnet, tenés que hacerlo de nuevo, es uno diez hasta allá.
Desde lejos se te embroca, pelandruna abacanada, que nacistes en la mugre de un convento de arrabal…
Luisito, escuchame, ¿te acordás de la petisa? ¿Hasta dónde, señor? Hasta ahí es uno setenta y cinco. La petisa, el día que la llevé a la terminal, se ve que mientras yo estaba en otra me sacó el celular y copió el número de casa. No sabés la que se me armó. Claro, justo desapareciste y ni te enteraste. ¿Sabés qué hizo la turra? Verde, andá adelante vos, querido. ¿Avenida de Mayo? Dos paradas. No, por nada.
…el candombe de algún tango en los brazos de algún gil, mientras triunfa tu silueta y tu traje de colores entre risas y piropos de muchachos seguidores…
Luis, Luis, perame. ¡A ver si vamos pasando para el fondo, que hay lugar! No, no, vendedores no, está el chancho en la otra parada, perdoname. Che, Luis, la minita llamó a mi mujer y le dijo que estaba conmigo y que yo me iba a casar con ella, ¿entendés? ¡Pendeja de mierda! Vos no sabés todo lo que hice por ella, hasta le pagué los estudios, porque era bastante vaguita, cuando empezó a estar conmigo… a ver, ¿de cuánto el boleto? Muy bien. Cuando empezó a estar conmigo le hablé, que pum, que pam, y la convencí de ir a estudiar peluquería. Cortó de nuevo. Voy yo.
Son mentiras, no fue un guapo compadrón ni prepotente ni un malevo veterano el que al vicio te largó. Vos rodaste por tu culpa y no fue inocentemente…
A ver si le dejan un asiento a la chica que está embarazada. Puta, este taxi, justo ahí se puso, lo hacen a propósito, ¿usted lo vio? Cosa de no creer.
…y tu vieja, ¡pobre vieja! lava toda la semana pa' poder parar la olla, con pobreza franciscana, en el triste conventillo alumbrado a kerosén…
¡Luis! Bueno, hacía seis meses que estaba estudiando, y yo le daba la plata, bueno, todo lo que ustedes ya sabían. No te podés imaginar lo que fue: mi mujer lloraba, me gritaba de todo, rompió platos, se llevó a los nenes a dormir a lo de sus viejos. Un desastre. Esa noche aproveché a ver a la pendeja, necesitaba retarla y ya que está algún consuelo. Hablamos, todo bien, le expliqué que yo no iba a dejar a mi familia, que para mí son muy importantes. Ella se lloró todo. Le dije que por unos meses no podíamos vernos porque tenía que hacer buena letra en casa, que se quedara tranquila que yo seguía pagándole los estudios. ¿Puedo cerrar? Cuidado la campera. ¿De cuánto?
Yo recuerdo, no tenías casi nada que ponerte, hoy usas ajuar de seda con rositas rococó, ¡me reviente tu presencia, pagaría por no verte...
Mirá, ¿cuánto hace que te fuiste de la nueve? ¿Un año? Un año y medio pagándole los estudios, todos los meses me iba hasta la escuela con la guita para la cuota. Sube el otro día, pelirroja y con un bombo impresionante. No me reconoció, por eso subió. Le hablé y se quería matar. Tiene un noviecito de diecinueve años, un pelotudito que ni siquiera terminó la secundaria. Me agarró una bronca. Lo disimulé, igual. Pero le dije que no iba a pagarle más la escuela, y me entendió. Bueno, gordo, acá agarramos caminos diferentes. ¡Mirá, mirá! ¡Está la petisa en la parada que viene! ¡Claro, si vive ahí! Te busco, gordo, y te cuento lo que pasa.
Ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot…