viernes, 30 de julio de 2010

Un yo que recupera su yo

Ahí viene, ahí viene, por fin. Maldito 24, cuando estoy apurada… a ver cómo lo paro, porque entre el bolsito y la bolsa. Bue, paso la bolsa para acá, lo paro… se acerca a la vereda, aprovecho para buscar las monedas. Claro tenía que dejar libre la izquierda para buscar las monedas que están en el bolsillo derecho, también yo. Ya abre la puerta, me subo buscando las monedas así no pierdo tiempo.
Debe estar borracha… algo le pasa. Cuando dio el primer paso en el escalón del colectivo casi se va para atrás, y así y todo no se dio cuenta de que un bolso y una bolsa en una mano servían para tener la otra libre y agarrar el pasamanos. Tiene la mano en el bolsillo cruzado. El colectivo arranca y casi se va al piso. Si no está borracha o drogada, no sé. Saluda al chofer. “Gracias. Buen día”. Se ve que fue bien educada, pobrecita. Pero así toda despeinada, con las zapatillas viejas, sin equilibrio… encima debe querer que el chofer le tenga lástima y la deje pasar. Eso, seguramente no trajo monedas. Se hace la loca, como todas. Por lo menos no se le acerca haciéndose la volantera, pedalera, bondiera o como se diga. De esas hay muchas, miles. “Uno veinticinco”. Le pidió, le tuvo que pedir el boleto, no le sirvieron las tretas. Se muerde la lengua de costadito para terminar de sacar las monedas… algún problema motor, capaz que es estúpida. Pone las monedas de a una, como si quisiera mostrar que sabe lo que hace. Una se le cae. La levanta y la pone. Parece que no le da el boleto, o ella actúa como si eso pasara. Seguro que tenía de menos. Después de mirar tres veces si el boleto está, se da cuenta de que una moneda puede haber pasado de largo. Ahí estaba. Claro, la de cinco centavos había pasado de largo, la tontita se dio cuenta de que es algo que suele suceder. Viene el boleto, agarra el boleto y empieza a caminar como un bebé grande, con esfuerzo, hacia el interior del vehículo. Se agarra, en medio del pasillo, de un asiento de cada lado. ¿Qué hace? Ah, estaba previniéndose porque sabe que en esa esquina dobla. Cara de esfuerzo, actriz de teatro grotesco. Fin del giro. Miradas disimuladas. Se acerca a un asiento, pone el bolso entre los pies, la bolsa al costado.
Listo. El yo recuperó su yo. Yo recuperé mi yo. Casi, en realidad. Todavía algunas miradas inquieren, seguramente, si estaría todo bien en la cabeza que guía ese cuerpo, en el estado de sobriedad del mismo. Saco el celu: “¡hola, amor! ¿Cómo estás? Bueno, ya estoy yendo. Besitos, te veo en un rato. ¡Te amo! ¡Mua!”.
Si alguien tiene un amor, tan mal no debe estar, ¿no? Me sereno. Soy yo. Con mi difícilmente defendible yo. Con mi paranoico yo que viaja en colectivo y tiene que ser un yo más entre todos los yoes de la ciudad. Con un yo que se asienta en mi cuerpo, deja que mis ventanitas vayan atrayendo colores, sonidos, formas, aromas, permite que la máquina loca que está arriba haga pie –junto con mis propios pies en el suelo móvil- y deje de dar vueltas inútiles. Nunca fui algo diferente de lo que los demás son. Estar adelante intimida. Pero todos los pasajeros pasaron por ese momento antes de estar en sus sitios actuales. Sentada, puedo dejarme ser. Sola. Sin paranoias.

sábado, 3 de julio de 2010




No te quedes ahí
despertando el ayer,
despertar es seguir,
animarse a caer.

No hay dolor que pueda más.
Tomá mi mano así,
hay tantas formas de sentirse real.
No se puede vivir
eternamente igual,
buscar otro camino
que nos lleve por más.

¿Qué es el agua si no hay sed?
Tomá mi mano así,
hay tantas formas de sentirse real.
Dame lo que te dí,
hagamos del mundo nuestro mundo,
el instante en el que estás vivo

¡¡¡Feliz cumple, Mickieeee!!!
Escribir, ¿es mejor que escribirse? ¿Sería más fácil si pudiéramos escribirles las vidas a todos los que nos rodean, a todos por los que nos preocupamos?
Es más fácil: Mi gato preferido fue atropellado por un tractor/ qué dolor, qué dolor.
Mi vieja se cansó de romper las pelotas y decidió suicidarse en serio. Por fin.
Mi novio hizo algo para estar conmigo. Cualquier cosa, para estar conmigo.
¿Y la mía? También es más fácil:

Hoy cuando me desperté
me sentí hermosa y tierna,
tenía ganas de cantar.
Salió un grito horrible: ¡fue!
¡Mando a todos a la mierda,
me voy al aire a volar!

Una sextina alterna, ¿no es hermosa? ¡Qué difícil meter las palabras en números limitados de sílabas y con rimas…! No, no es difícil. Es una pelotudez. Es fácil escribir. Basta animarse a hacerlo. Y si te sale mal, tenés otro papel. O lo comprás. O lo pedís.
Pero escribirse… ¿no es igual de fácil? En el fondo es la misma técnica: ponerse a ser. Donquijotear. Dejar las blandas plumas, convertirse en pluma uno mismo.
-¿Qué es lo difícil entonces?
-Supongo que escribir bien. Pero no contar las sílabas y verificar la rima, sino hacer literatura.
-¡Ah, ahí está la cosa! Porque yo escribo lo que me sale y estoy contenta, pero con mi vida ¡quiero hacer literatura! ¡Es mi única vida, quiero que sea LA vida, porque de hecho lo es, para mí!
-Y si lo es… ¡ya está! Ya es especial, sólo por ser.
-¿Ya es literatura?
-Nein! Nunca va a ser literatura. No intentes, porque nunca va a ser literatura.
-Pero pero pero pero
-¿Sabés que diferencia la literatura de casi cualquier otra cosa? Que es ficción. Por más realista que sea, por más que para vos la definición de literatura haya sido siempre “es la exageración de la vida misma, con los datos cambiados o no”, la literatura no deja de ser ficción. Por más que sepas que Cortázar era Oliveira y era Manú Traveler, sabés también que no era ninguno de ellos, aunque compartiera dires y sentires con ambos.
-Pero… ¡es! O sea… ¡puede ser! Si escribo que vuelo, siento que vuelo… es exagerado, puedo sentir que me libero…
-Vivir es vivir. Es acotado, sí. Pero también tiene unos límites que están muuuucho más allá de donde vos misma imponés que estén. Ahí es donde hay que taladrar con la cabeza pluma. Si querés, si tenés ganas. Eso es lo que podés hacer para vivir. Dejar de pensar, dejar de ‘escribir’ o ‘escribirte’, y dignarte a ser.
-Let me be
-Sep. I’ve got to let me be.