sábado, 6 de noviembre de 2010

Soñar con caras


Soñar con caras. Caras quebradas, crispadas, feroces, angustiantes, hirientes en su propio dolor. Gritos mudos de impotencia, de sorpresa, de incredulidad, de rabia. Caras que transcurren, paulatinas, una tras otra; iguales en comunión, tan diferentes en edad, en traza. Familiares, exóticas, caras. Y lágrimas, lágrimas eternas por su continuidad, por su repetición. Excitación instantánea, fervor y fuerza en las miradas llameantes. Consuelo, alivio, descanso. Muecas grotescas imposibles de apaciguar, llagadas por la mano de Dios Cantos, manos unidas, promesas entre los que permanecen. Esperanza.
Caras que se unirán por siempre a los sueños de una mujer que, cuando anciana, relate incesantemente trozos de escenas vividas que escasas mujeres en el mundo han podido vivir, y relate el mítico pasar por su vida de un hombre mágico que, luego de dos mandatos de gobierno, y mientras la acompañaba en el suyo propio, logró descansar eternamente el mismo día en el que miles de personas que no distinguen entre el partidismo político y el amor por el país en el que nacieron, trabajan, residen, decidían no censarse. Un hombre que murió para que el pueblo pudiera unirse, sin miramientos políticos, en la esperanza de una vida mejor propulsada por la unión.
A nosotros nos ayudó a encontrar los deseos de buscarnos, de ser más. No somos los que gobiernan, no somos los integrantes de ninguno de los partidos opositores ni oficialistas, y sin embargo estamos en todos lados. Queremos, con todo lo que eso implica, aprender y animarnos a comprometernos con la suerte que tenemos por seguir vivos.
Así sea.
Mientras tanto, existe un inconsciente que no deja de ver, fantasmagóricas, caras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario