domingo, 30 de enero de 2011

En la playa


El mar se repliega. Tanta gente osa profanarlo, penetrarlo, perforarlo. En su huida deja una enorme huella húmeda sembrada de piedras, caracoles, envoltorios de diferentes comestibles y otros tesoros que, aterrado, olvida.

Una bolsa viva o agua muerta parece querer acercarse a mi empeine en movimiento que, junto al resto de mi ser, se deja llevar distraídamente, concentrado en la angustia cantada y danzada del mar ultrajado por pelotas, mallas, risas y orín.

La fascinación afortunadamente cede para permitirme detener el paso justo antes de comenzar a arrastrar la transparente gelatina despojada por el mar.

Brujo, busco refugiarme de su llamado de sirenas. A medio camino entre el agua y la ciudad, desde el toallón todo es arena, calor, color y juego.

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