sábado, 29 de octubre de 2011

La rara araña amaga

-¡Basta! ¡Pará!
-¿Qué te pasa?
Fundido en negro. Tres primeros planos sucesivamente más cercanos a una aguja segundera. La onomatopeya:
-Tac
-Tac
-Tac
-Dale, qué pasa…
Sobre la cama, ella es una marioneta desnuda sin titiritero: las piernas extendidas hacia adelante, los brazos flojos a los costados, la cabeza sobre el pecho tras la mata de pelo que cubre sus pechitos turgentes. La iluminación parece ser más oscura en esta toma; más anaranjada.
No entiende por qué ella lo eligió. Desde el comienzo –un recuerdo difuminado bajo unos rayos celestes de la misma luz del vestido que yace ahora a los pies de la cama- sintió que ella se aferraba a un error y se obligaba a convertirlo en real. Pero ¿qué podía hacer? Una mujer lo escogía y se le entregaba. Pobre, qué sé yo, pero qué bueno.
Y qué malo, sin azul, sin luz y sin vestido. Sin rostro, ni siquiera preocupado, disfrazado de pelo. Sin comienzo, siquiera, pero sobre todo sin acabar. Y tendría que pagar lo mismo.
Primerísimo primer plano a labios de hombre que se mueven muy lentamente, silencio ahogado y grave.
Primerísimo primer plano a labios de hombre que se mueven a velocidad normal.
-Voy al baño un segundo. Andá visitiéndote. Yo pago.
El baño es solo sonido de agua. Sus paredes deben estar hechas de cataratas. El depósito en su recarga se une a la canilla. Sonido que corre con mayor o menor ímpetu a cada instante, del que surge un tufo que brota en sudor, en pis, en lágrimas.
La misma imagen al salir del baño, tal vez un poco más amarilla. Ahora solo la mujer desnuda y una voz de hombre.
-Bueno… suerte…
La mano lentísima se acerca al picaporte, al tiempo que crece el sonido del leitmotiv de Tiburón.
-¡Adán! ¡Adán!
Ojos azules abiertos de par en par que miran levemente hacia la derecha. Ojos abiertos de par en par que miran groseramente hacia la derecha. Ojos abiertos de par en par sobre cara bañada en sudor que miran levemente hacia la izquierda.
Niña dulce y rosada, púdica y atrevida a la vez, que posa su índice sobre su sonrisa en imitación de un comerse las uñas.
Terror personificado con plano inclinado sobre el hombre que, de espaldas a la puerta, se aferra a ella buscando una escapatoria alternativa.
-¿Sí, Ana?
-Adán… ya…
- ¿Ya qué?
Niña dulce y rosada que mece su torso de derecha a izquierda y viceversa. Primer plano a los pezones danzantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario